TO YOU

TO YOU

Cuando sientas que luchas solo-a, no es porque el resto te haya abandonado sino que, a veces, simplemente, hay cosas que nadie puede hacer por ti. Si crees que no tienes fuerzas, quizá es porque te ha vencido el miedo al concederle un espacio que necesitas para tu valor. Nadie sabe, eso es cierto, expresar lo que sientes porque nadie está debajo de tu piel. Pueden aproximarse, pero nadie va a adivinar ese grito que te callas, esas lágrimas que reprimes, como nadie sabe describir ese dolor que es solo tuyo, porque eres un-a solitario-a guerrero-a en tus batallas. Puedes esgrimir muchos argumentos para justificar tu abandono, tu derrota; pero necesitas uno solo, uno nada más, para vencer. Se llama coraje; ¿lo tienes? porque te conviene tenerlo contigo como aliado inseparable. ¿Qué es lo que dominas de ti?… A menudo veo en la sala de espera del Hospital de Día a los pacientes con cáncer, si detengo mi lectura mientras espero mi turno para observarlas. Veo caras temerosas, angustia, rostros que no pueden disimular su preocupación, su miedo. Con ese nivel de desequilibrio defensivo no pueden regular sus defensas, porque genera una ruptura con la realidad objetiva. No manejan, no controlan los acontecimientos y afloran las debilidades, se superponen, los dominan, se los engullen, se los tragan. No basta con decir “Yo puedo”. Eso está muy bien; pero debes saber qué es lo que puedes y cuáles son tus debilidades. ¿Sabes reprimir de tu consciencia las ideas, pensamientos y recuerdos que provocan tu ansiedad? ¿Cómo manejas, cómo controlas ese acontecimiento, en el que tu médico deshace todas tus expectativas con un diagnóstico que se te clava en el alma como una daga? Has superado otra nueva metástasis, te has recuperado, te sientes cuasi eufórico, que puedes con todo, para pasar al segundo siguiente y creerte deshecho como un castillo de arena por una ráfaga de viento. He visto a más de uno-a así. Fui, de hecho, uno así el primer año, en las primeras visitas, hasta que tomé el control. Es comprensible; pero denota un desequilibrio evidente. Los zarandean, los controlan los acontecimientos y no al revés. Un-a buen-a guerrero-a no se deja embriagar por una victoria efímera ni cae abatido-a sin luchar y, para luchar, hay que estar siempre alerta, dispuesto y disponible. No te garantiza la victoria final; pero sí la lucha hasta el final y, a eso, le decimos dignidad. Es cierto que en cierto modo somos lo que creemos que somos; aunque a menudo creamos que queremos ser distintos.

No Sé. Hoy no es día para escribir nada, sobre nada porque y por lo visto, nada sé. Yo solo hago que jugar con las palabras para colocarlas aquí o allá; pero los que sabéis, sois vosotros. Cada una-o de vosotras-os, sabéis perfectamente cómo os va la vida. Yo, a duras penas, sé cómo me va la mía. No me quejo de ella. Eso es lo que me parece; de hecho, creo estar en el mejor momento de mi vida. Con un maldito cáncer que me está matando, lenta y dolorosamente, sí: y estoy en el mejor momento, cuando de verdad hay que saber estar. Mente sobre materia. El corazón es solo un músculo. Donde de verdad se cuaja la vida, las emociones, los proyectos, la voluntad, la razón y la locura, es en la sala de máquinas, allá arriba, dominando, controlando y decidiendo: en la azotea, donde residen cuatro de los cinco sentidos; menos el tacto. No me importa que haga metástasis donde le dé la gana, mientras me respete el cerebro o, al menos, me lo respete más que la Inesita Arrimadas, por citar uno de esos nombres malditos que existen para enseñarnos cómo no hay que ser. Yo no escribo para enseñar nada a nadie porque, al no saber, parece dudoso que algo pueda enseñar. Escribo porque un folio en blanco para mí es…como esa provocación que siente el pintor ante un lienzo sin mácula, listo para ser rellenado de colores, líneas y formas que dan sentido a su visión, real o imaginaria. Yo solo uso palabras para dibujar en el folio lo que me parece, sin más pretensión que la de darme el placer de poder hacerlo. Todo lo demás, es un regalo inesperado, como el de vuestra digital amistad, vuestras lisonjas o inclusive vuestros insultos. Ni me vais a comprar con las primeras; ni me vais a derrotar con los segundos. Lamento, eso sí, ver a tanta gente tan mal, peor que yo, sí; aunque físicamente estén más sanos, no me cambio por ninguna-o descerebrada-o. De hecho creo que los únicos seres que envidio son esos niños que todavía están en la edad de la inocencia, porque todavía conservan la virtud de abrir los ojos de par en par, asombrados, maravillados, gozosos en su inocencia plena.

Lo que sí que voy a hacer hoy, es haceros una pregunta a los que sabéis: ¿qué hacéis, que no vivís? Nos llenamos los días de preocupaciones mundanas, mientras pasa la vida, por delante de nuestros ojos, sin apreciarla, pareciendo que lleváramos todo el jodido peso del mundo sobre nuestros hombros. Soltad lastre. Escuchad música. Pero buena música. De esa que os vivifique, que os ponga alas porque, como dijo el filósofo (a ver si me sabéis decir cuál sin buscar en el Google) la vida sin música sería un aburrimiento. Recordad que, la mejor noticia de hoy es que estamos vivos.

Y ahora, por fin, llueve; llueve a cántaros para rescatarnos, siquiera durante unas horas, de ese calor asfixiante, mientras suena en mis cascos Long Train Running, de los Doobie Brothers. ¡Ua!

A más ver            

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