SIT TIBI TERRA LEVIS (Que la tierra no te pese)

A estas alturas de la película, creerse que el individuo Pedro Sánchez tiene alguna capacidad de decisión sobre los grandes temas de estado, que ostenta el verdadero poder y puede decidir a su libre albedrío, es tanto como creerse que los niños vienen de París, que los reyes magos se cuelan en casa para dejar los regalos, que la banca va a devolvernos tan solo un céntimo del rescate, o que el David Broncano va a correr la maratón en las olimpiadas bajo la bandera de Galapagar. Sea el que sea el mandato que impone el verdadero poder a Pedro Sánchez para que lo ejecute, no puede llevarlo a cabo sin nuestra pusilanimidad. Naturalmente que cuentan con ella, entre otras cosas porque esta, está bien presente en toda manifestación de ausencia de contestación, o de protesta generalizada y sostenida, hasta la claudicación de ese poder. Hemos visto que, cuando las elecciones se usan para intentar cambiar algo, de forma real y efectiva, cuando mediante éstas se ha hecho palpable el enfrentamiento de las bases contra ese poder, se han prohibido las urnas, como en el caso catalán. ¿Qué es inconstitucional?; ¿te hago una lista de las cosas que son manifiestamente inconstitucionales, o cuando la constitución no se cumple, se tergiversa ésta, o se usa malévolamente el llamado tribunal constitucional para solventar, no ya lo que es o no es constitucional, sino para servir a ese poder, o ya llegas por ti mismo-a? Avísame, por favor, cuando veas a esos partidos políticos que se autoproclaman constitucionalistas, llevar a cabo una cruzada en pos de que se cumpla la constitución en lo tocante al derecho a un trabajo digno y a una vivienda, en la misma forma y medida en la que estos se han alineado para combatir al soberanismo catalán. O que se unan para hacer cumplir el precepto de que no se discriminará a nadie por razones de sexo o, déjame decirlo: que todos somos iguales ante la ley. Si fuéramos, que evidentemente no lo somos, lo suficientemente críticos con el poder, exigiríamos a esos partidos que fueran constitucionalistas íntegros, no solo parciales, lo que nos llevaría, como no podría ser de otro modo, a no votarlos,  porque no lo son ni tienen la menor pretensión de serlo.

No es correcto decir que la gente no piensa. La gente piensa: pensamos cuando hacemos un cálculo matemático, cuando determinamos qué pantalones o qué vestido compramos, cuando nos metemos en la cocina y decidimos qué vamos a comer y cómo cocinarlo…Pero una cosa es ese tipo de pensamientos que nos llevan a decisiones que tomamos a diario, y otra cosa muy distinta es ejercitar el hecho de pensar,  como herramienta que nos lleve a tomar consciencia de nuestra propia conciencia y consciencia sobre las cosas. No puede haber, es que sencillamente no existe democracia sin crítica, porque la crítica nos lleva al debate, siendo el debate una de las patas sobre la que se sustenta toda democracia y, cuando rechazamos, negamos o impedimos coartando ese debate y esa crítica, estamos negando la existencia de democracia. La llamada Ley Mordaza es un ejemplo paradigmático de ello y, por consiguiente, aquellos que la crearon y los que la mantienen plenamente vigente, muy demócratas no parecen ser. Que ésta llamada democracia española, por lo tanto, es un fraude, una estafa, un engañabobos en toda regla, es un hecho incontrovertible. Que la jefatura del estado la ostente el primer corrupto del sistema y que, contarlo, denunciarlo o pretender que rinda cuentas la familia real corrupta, esté perseguido y censurado, habla por si mismo de ese fraude. Que los llamados partidos constitucionalistas se alineen para impedir que se investiguen esas corruptelas, evidentemente, es otra prueba irrefutable del fraude democrático. Y que todo esto ocurra sin que la gente salga en masa a la calle, es el síntoma de nuestra pusilanimidad que lo hace posible, que lo legitima, por decirlo suavemente. Les exigimos muy pocas responsabilidades a nuestros políticos; pero menos aun a nosotros mismos, siendo en muchos casos inexistente la consciencia de esa responsabilidad nuestra o, en otros casos, llegando incluso a creernos que no, que nuestra responsabilidad, sencillamente,  no existe. Debe vivirse muy bien sesteando y pasando muy mucho de meterse en berenjenales, mientras todo se deshace a nuestro alrededor. Qué falta de respeto por y hacia nosotros mismos…

Esos aires de crispación política que vivimos, de enfrentamiento dialéctico entre unos y otros, que es capaz de llevar este verano a la Arrimadas a la playa a destruir los castillos de arena de los niños por ser simbología fascista, se asemeja bastante a la lucha que mantienen en un clásico los jugadores de fútbol en el circo llamado estadio, que provocan en el público auténticas batallas dialécticas, e incluso físicas en casos más extremos, cuando después, esos mismos jugadores, se van juntos de copeo, a bailar o comparten incluso negocios, inversiones e ingenierías de fraude fiscal. Esa misma complicidad entre los políticos se pone de manifiesto en todas y cada una de las decisiones gremialistas que llevan a cabo, como por ejemplo llegar al poder y subirse inopinadamente el sueldo un 20% o más, tapándose las vergüenzas unos a otros o usando las instituciones del estado para beneficio propio, con la aquiescencia del rival político, que mañana va a hacer exactamente lo mismo. Todos aquellos que proclaman que no pactan con fulano o mengano, lo hacen en alcaldías, diputaciones y hasta en gobiernos autónomos. Dadle un repaso a los pactos entre C$ y P$OE, entre P$OE y PP, entre PP y C$ con Bildu, entre C$ y Vox, entre P$OE y soberanistas o podemitas…Ha asomado la patita, entre ese gremio de políticos, alguien que ha pretendido cambiar algo y se han lanzado todos contra él, como una jauría de lobos hambrientos que han usado todas sus malas artes para impedírselo, ante el divertimento de la borregada, muy cómodamente instalada en su cerote y que se retroalimenta de los clichés y mantras que les lanzan sus líderes y creadores de opinión.

Este estadio, por otro lado, de continua competitividad que se nos ha impuesto, conlleva entre otras consecuencias la pérdida o el abandono de valores como la humildad, una humildad sin la cual es difícil mantenerse con los pies en la tierra y aceptarnos a nosotros mismos con mayor naturalidad, insensibilizándonos, robotizándonos, convirtiéndonos en otra simple aplicación del sistema, usada al capricho de sus mantenedores y jocosos beneficiarios. No es que no tengamos remedio: es que nos acojona demasiado ponernos a remediar nada, porque vivimos sometidos por el miedo. Cagamandurrias, eso es lo que es la mayor parte de españoles que, con su voto, legitiman el choriceo y los abusos de los que después se quejan, en una suerte de estúpido bucle, propio de gente sin criterio ni amor propio.                                                      

A más ver                

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