EL ENCUENTRO

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Entiéndaseme: no es fácil. Yo era un criajo de apenas 6 años, cuando mi puñetero padre me llevó a un colegio interno, que se ve que era muy molón. De curas. A mí, que me había criado como una fierecilla salvaje entre montañas, rieras y campos de un barrio de Badalona donde, desde el balcón de mi casa, veía Barcelona y la playa en el horizonte como un sitio a donde quieres ir sin saber muy bien por qué, que te llama. Y me presentan un día a un tío enorme, vestido de negro pero sin pantalones, envuelto en un vestido largo que le llegaba a los pies, abierto como unas faldas; o sea: la sotana, que parecía cabreado por algo por su gesto adusto, seco . Ya me temblaban las canillas antes de que abriera la boca, intimidaba:

 

_  ¿Qué deseas, muchacho?

 

_   Mi papá me ha dicho que tengo que venir a este colegio.

 

_   ¿Si? Bien, si vienes aquí tendrás que portarte bien. ¿Vas a portarte bien, verdad?

 

      Y cuando miro detrás de aquel cuervo gigante veo a un tipo clavado en una cruz. ¡Por supuesto que me voy a portar bien!

 

_   Sí…

 

       Y ahí va la primera pregunta que me hace, con mi padre a mi lado, como si no estuviera y no tuviera que rescatarme de nada.

 

_   Bien. ¿Qué sabes sobre dios?

 

      Obviamente no sabía nada sobre dios. ¿Dios? ¿Quién es dios?

 

_   ¿Dios…?

 

_   ¿No sabes nada sobre dios? ¡Hermano! -dijo girando su cabeza como dirigiéndose a alguien del interior del edificio- ¡Tenemos a un ateo aquí!

     Pensé que se refería a mi padre, que se jactaba de ser rojo, comunista y cosas así, pero en voz baja y solo en casa, claro, hablamos de 1.968…

_   Déjame explicarte, pequeño: Dios es, dios fue, y dios siempre será.     

 

_   ¿Qué?

 

_   ¡Lo que él es!

 

_   ¿Qué es?

 

_   Dios es padre, hijo y espíritu santo. Él es tres en uno. ¿Entiendes?

 

      Tenía 6 años ¿cómo no lo iba a entender? Estaba claro. Es la cosa más lógica y natural del mundo: tres tipos en uno. ¡Sí! Naturalmente que sí.

 

_   ¿Y donde está?

 

_   Él está aquí.

 

_   ¿Dónde? No lo puedo ver.

 

_   Que no lo veas no quiere decir que no este aquí, solo que eres un incrédulo.

 

_   ¿Un qué…?

 

_   ¡Es omnipresente!

 

_   ¿Se esconde? No lo veo…

 

_   ¡Dios no se esconde! Dios es dios.

 

_   ¿Está debajo de la escalera?

 

_   ¡No está debajo de la escalera. Está arriba, está abajo, está afuera, está dentro, está en todas partes.

 

     Parece un tipo más grande que aquel cura de negro, y eso que ya era grande, pero yo seguía sin poder verlo. Me volvió a preguntar, no obstante, soslayando mi incredulidad.

 

_   ¿Tú lo amas, pequeño?

 

_   ¿Qué?

 

_   ¡Que si tú lo amas!

 

_   No sé. No lo conozco.

 

_   Dios te ama a ti.

 

_   Gracias.

 

_   Y él quiere tu amor.

 

_   Gracias.

 

_   Pero si tu no le das tu amor, él te arrojará a las llamas eternas.

 

_   ¿Qué?

 

_   Arderas eternamente en el infierno. ¿Alguna vez te quemaste, pequeño?

 

_   Sí. Una vez, con una vela.

 

_  ¿Te dolió?

 

_   Sí, muncho…

 

_   ¿Te imaginas ese dolor, por todo tu cuerpo? Pues eso es lo que va a pasarte si no amas a dios. ¿Qué te parece esa idea?

 

_   ¡Que lo amo! ¡Lo amo! Señor…¿Quién es ese tipo que hay ahí en la cruz esa?

 

_   Es Jesús, el hijo de dios. Ya te lo dije: padre, hijo y espíritu santo. Él es el hijo de dios. Nació en la navidad y murió en la Pascua.

 

_   No duró mucho, parece, ¿no? ¿Y qué le pasó?

 

_   ¡Murió por tu culpa!

 

_   ¿Qué?

 

_   ¡Cristo murió en la cruz por tus pecados!

 

_   ¿Y cuándo fue eso?

 

_   ¡Hace más de 2.000 años!

 

_   Pero si yo solo tengo 6…yo no he hecho nada. Jo. ¿Y tenía papá?

 

_   Por supuesto, ya te lo dije: dios era su papá.

 

_   ¿Y tenía mamá?

 

_   SÍ: María era su mamá.

 

_   O sea: que dios estaba casado con María.

 

_   No. Dios no estaba casado con María. María estaba casada con José.

 

_   Pero ¿ de quién estaba embaraza María entonces?

 

_   ¡Del espíritu santo reencarnado en una paloma!

 

_   ¿Qué…? ¿Una paloma también?

 

_   ¡ Cállate ya y pasa para adentro, ateo! 

 

Comprenderéis que, así, no había manera de sacar algo de provecho de esta salvaje criatura, por parte de aquellos fumaos; que yo no sé que se tomaban, pero aquella película no era normal y ya intuía yo que no podría acabar bien.  

 

A más ver  

 

 

 

 

 

   

 

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